ENCUENTRO ORANTE

celula-orando

Queridísima Mara: Te cuento. Fui convocada para tener un encuentro con un grupo que querían les hablara sobre la oración. Fue una experiencia muy hermosa, participativa y vinculante. El contento era general y fluía la alegría de la comunión fraterna.

Era deseo mutuo que la reunión transcurriera desde la bondad del Evangelio, que nos moviera solo el amor, el deseo de Dios y el encuentro con Jesús que anima la fe.

Me conmueve cuando alguien me pide que les hable de la oración. En ello puedo captar que, más que una búsqueda personal, es Dios mismo quien hace la llamada. Dios está a la puerta y llama: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20). Dios quiere comunicarse personalmente. Puse empeño en hacerles ver que Dios está interesado por nosotros,  que somos reclamados por Él. Un Dios Padre-Madre, buscador de los hijos-as, un Dios que nos quiere en su intimidad.

Sé que para hablar de la oración hay que tener un convencimiento profundo, estar seguros de que Jesús nos llama desde dentro a tener relación personal con Él. Que Jesús es una persona real que nos vive, que nos habita interiormente y nos quiere relacionados con Él en diálogo de amor.

Procuré habilidad para hacerles comprender que, orar es responder al reclamo de Jesús, regalador del Dios de la vida. Que Jesús encarna lo que es Dios en su divinidad, nos da a conocer lo más revelador de Dios que es ser Padre. Es decir, Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza, nos ha hecho hijos-as y nos quiere en relación fraterna. Una humanidad santa, a la manera del corazón del Padre. Y el modelo de humanidad que Dios quiere lo hallamos en el hombre Jesús, su Hijo amado.

Y me atreví a cuestionarlos interiormente sobre el Dios en quien creen y viven. Les propuse estas preguntas:

¿Soy consciente de que Dios vive en mí? Si sé que es así, entonces:

¿De qué Dios soy portadora?, ¿qué Dios me vive desde dentro y transmito a los demás?

¿Qué figura del Padre llevo en mi interior, el Dios del amor, o el Dios del temor y del rigor?

¿Qué hago con mi vida de creyente?, ¿cómo es mi cristianismo?, ¿ocupa Jesús el centro de mi ser?, ¿dónde están los hermanos?; ¿hago del Evangelio la guía orientativa de mi vida? 

Me serví de las palabras de Teresa: “¿Qué tales habremos de ser?”. Creo que es una pregunta que sigue vigente, vale para todos, y para todos los estados de vida, religiosa y seglar, monja, soltera, casada… ¿qué tales habremos de ser?, es decir ¿qué persona quiero ser, qué humanidad construyo, quién soy y cómo me muestro, cómo es mi ser cristiano-a, cómo me sitúo ante el momento histórico que me toca vivir?

Quise destacar que, mucho y casi todo, depende del Dios que nos vive desde dentro, de un Dios que, en Jesús, se nos muestra humano, un Dios que en la figura de Jesús es asequible, y que en el decir de Teresa también se nos hace amigo: “como le necesitareis le hallaréis”; “creedme, mientras pudiereis, no estéis sin tan buen amigo”; “no es amigo de que nos quebremos las cabezas hablándole mucho”; “Es muy amigo tratemos verdad con él, tratando con llaneza y claridad”; “Es amigo de ánimas animosas”; “Nunca falta, es amigo verdadero”; “¿Qué más queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí”; “es tan amigo de dar”; “es muy amigo de humildad”. 

Les dije que a veces la gente ignora que la oración es implícita de la vida cristiana. Que un cristianismo sin oración se nos puede quedar hueco. Presenté a Jesús como modelo de oración. Que Él oró con frecuencia, que nos mostró su modo de orar, siempre referido al Padre intercediendo por nosotros.

No pude menos que valerme de la genial definición de Teresa sobre la oración: “que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. 

Me pareció importante poner de relieve que orar es una cuestión de amor y de fidelidad a Dios. Es la vocación cristiana que nos pone cara a cara con Dios, porque Dios mismo así lo quiere y Jesús así nos lo enseña. Un Padre que nos quiere en relación con él y unos con otros, ejerciendo la fraternidad.

Y dejé claro que en la vida cristiana orar no es un método, sino una vocación de hijos en relación con Dios Padre-Madre. Y esto se hace en la espontaneidad de la vida misma, todo se ha de hacer desde la dimensión relacional con Dios. Pero también hay que regalar espacios de tiempo concreto a estar con Él, por el puro y simple deseo de estar con el Dios que sabemos nos ama. Orar con Jesús al “Padre de las misericordias y Dios de toda consolación”. Volcar en Él lo que soy, lo que siento y lo que vivo. Es enamoramiento y es empeño relacional permanente. El método puede y debe ser muy sencillo, ponernos ante Dios con la mejor disposición que mostramos cuando nos relacionamos con alguien a quien amamos de verdad, con la mayor libertad y actitud de acogida, con alegría y confianza.

Procuré subrayar que, orar, es implicarse con el proyecto de Dios para la humanidad, comprometernos a hacer una humanidad nueva, ser salvadores y sanadores como Dios mismo, involucrando la existencia con nuestra oración también. Si nuestra oración no parte del enamoramiento de Jesús y su plan salvador, ante el primer cansancio sucumbiremos desalentados y decepcionados. Solo el amor nos capacita para el aguante y la fidelidad hasta el fin. El desgaste personal y la sensación de la intemperie no deben minar nuestra esperanza.

Para finalizar destaqué la importancia de la Palabra: Orar la vida orando la Palabra. Que ella sea el pan nuestro de cada día, que no decaiga de nuestras manos. Es muy importante que la vida vaya confrontada por la Palabra de Dios, para ello hay que ser asiduos lectores y oradores de la misma. Hay que comprometerse con la Palabra para que nos transfigure la vida. La oración, poco a poco e imperceptiblemente, coloca y recoloca el ser hasta convertirlo en puro Evangelio, puro don para los demás. En la oración lo que prima es la confianza, fiarse de Dios al fin, y esperarlo todo de Él. “Siempre yo he sido aficionada y me han recogido más las palabras de los Evangelios que libros muy concertados” (C 21,4).

Quien de veras se determina a ser orante, tiene que tener claro que inicia un camino sin retorno. Experimentará tiempos de sequedad, vacíos, sensaciones de retroceso, hastíos, e incluso deseos de dejarlo todo. Pero, si persevera en la oración, advertirá que el amor y la amistad crean vínculos indisolubles, que la oración es una cuestión de enamoramiento, es crear lazos, hacerse dependientes de Cristo, es “darnos del todo a Dios”, y darnos también a los hermanos, porque el amor a Dios es inseparable del amor a los demás.

Atrevernos a ser orantes, todo el reto está en el encuentro con el Amado, para construir con Él la historia de amistad. Impregnarnos de Cristo. Él mora en nosotros y quiere conducir nuestra historia, la osadía es dejarnos hacer por Él: “Guíe su majestad por donde quisiere, ya no somos nuestros” V 11,12). 

Les manifesté mi convicción profunda de que, lo que realmente nos determina a ser orantes es el convencimiento de Jesucristo y el amor. Se ora porque se ama. Y en el cristianismo la medida del amor a Dios pasa por el amor a los hermanos. Cómo amamos a Dios lo sabemos por el amor a los demás. El cristianismo se implica así con la historia y con la humanidad. La Iglesia debe ser servidora al modo de Jesús, lavando los pies a los hermanos, con la seguridad de estar gestando una humanidad nueva.

Me pareció importante decir también una palabra sobre el conocimiento propio y de Dios, porque en la oración lo que prima no es lo intelectual sino lo vivencial, el ser, la persona y su propia realidad. No es el sentimiento, ni la devoción, es el conocimiento propio, un “andar en verdad”. Quién soy yo y quién es Dios. Reto y trabajo personal que va surgiendo en la medida que se ora, y nos pone cara a cara con nosotros mismos.

Querida Mara, tenía necesidad de compartir esta experiencia contigo, porque, la verdad, me quedé conmovida, me pareció todo un desafío por delante. Percibí que las personas requieren nuestra atención y hay que darles lo mejor de nosotras mismas cuando así lo necesitan. Cuento siempre con tu oración, sabes que nunca te falta la mía. Recibe un abrazo inmenso en el que percibas todo el amor.  Nura       (Anna Seguí, ocd)

4 respuestas a “ENCUENTRO ORANTE

  1. Alberto orero veintimilla 8 febrero, 2019 / 1:25 am

    Gràcies Anna. Quina lliçó de què i com s’ha de fer oració. Alberto.

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  2. angelines 8 febrero, 2019 / 12:09 pm

    Gracias Anna por transmitirnos tus impresiones en el encuentro Orangel que tuviste con otras personas. Me ha gustado ir leyendo párrafo por párrafo y pararme a degustar tus palabras y las palabras de Teresa. Siempre agradezco cómo a través de tus escritos, voy conociendo a esta Santa peregrina y andariega.
    Para mí la oración es muy importante. La fui descubriendo poco a poco en ese diálogo de amistad y amor con Aquel que sabemos que nos ama. Primero con cierta disciplina y determinación, cómo nos sugiere Teresa, y luego desde el deseo profundo de “estar a solas” con Jesús. Un aprender una relación de amistad y de confianza, donde te descubres a ti misma y donde poco a poco se manifiesta ese Dios Amor. Como dices, ese Dios encontradizo, que llama a nuestra puerta esperando que le abramos, para cenar con nosotras y ofrecernos su intimidad.
    Quizás el mejor regalo. Como dices, a veces con muchos contentos, otras con silencios y ausencias, otras con ganas de marcharte porque no puedes estar…, pero siempre , sintiendo de forma oscura y real, que El siempre está presente y nos acompaña.
    Me gusta la imagen de sentir que somos esa “soledad habitada”. En lo más profundo de nuestro ser, sentirnos habitadas, poder entrar en relación. Y descubrir a los hermanos, y descubrir la Palabra, que nos habla y nos lleva a la vida.

    Gracias. Yo también siento que la oración nos ayuda a encontrar nuestro lugar, no importa desde dónde, si monja, si casada, si seglar…, sino encontrar nuestra vocación de hijos e hijas De Dios, amados incondicionalmente. Hermosa tarea que merece la pena emprender y mantener. Un abrazo

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    • Anna Seguí ocd 8 febrero, 2019 / 5:03 pm

      Muchas gracias por tu comentario, claro y extenso, por decirte a ti misma. Perseveremos en esa hermosa realidad orante. En comunión. Anna

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