LA VERDAD

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                                                                                          Anna Seguí ocd

Y, ¿qué es la verdad? 

Pretender decir algo sobre la verdad es casi una osadía por la profundidad, la inmensidad y lo inabarcable del tema. Solo a modo de balbuceo, con temor y temblor, me atrevo a pronunciar lo que no es más que una insignificancia. Y, de inmediato, en el intento de apalabrar algo sobre la verdad, me viene a la mente una pregunta que formuló Pilato ante Jesús: “Y, ¿qué es la verdad?”. El texto queda cortado y no hay respuesta. ¿Calló Jesús ante Pilato? Los Evangelios señalan este silencio en el interrogatorio que se le hizo: “Jesús callaba sin responder nada” (Mc 14,61). Es desconcertante el silencio de Jesús, ¿por qué calla? Tal vez porque ya se había dicho a sí mismo y opta por silenciarse, quizá porque Pilato, viéndole y oyéndole no le reconoce, y entonces no hay más que decir y enmudece. Jesús le había dicho a Pilato: “Yo para esto he nacido y para esto vine al mundo; para decir lo que es la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18,37). Pilato le ha escuchado, pero no ha creído la verdad de sus palabras. Lo que la filosofía griega no había resuelto, aquel hombre de pueblo no le iba a aportar nada nuevo. No supo reconocer la persona que tenía delante y lo entregó sin escrúpulos al suplicio. Solo el que buscar la verdad, el Espíritu mismo lo va guiando para encontrarla.

La luz verdadera 

El prólogo del Evangelio de Juan es un texto revelador de la verdad que creemos como cristianos, y en él se nos dice que la verdad vino por medio de Jesucristo; extraigo algunos pasajes: “En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios/ Por medio de la Palabra se hizo todo/ En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres/ La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba, pero el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre/ Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad/ La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”.

La verdad nos viene de Dios Padre en el Hijo, es regalo de la gracia y es sabiduría divina que se nos revela progresivamente a medida que conocemos a Jesús y nos adherimos a Él. Su predicación ha ido encaminada a revelar la verdad de Dios: “que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste”. Los que creen en la Palabra van conociendo la verdad y la luz, porque la Palabra es Jesús mismo y “El que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios” (Jn 3,21). Jesús es la luz de Dios y se ha identificado como: “camino, verdad y vida”, y testifica: “Solamente por mí se puede llegar al Padre” (Jn 14,6). Dice más: Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9). Afirma que sus obras “son verdad”, que ha venido al mundo para “dar testimonio de la verdad”, manifestando que “si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Pero, la verdad nos hace libres trastocando el ser, lo va llevando a “nacer de nuevo” hasta transformarlo a imagen de Jesús, es decir, adquirir su mentalidad y su personalidad, viviendo como vivió Él, que “pasó haciendo el bien”. La verdad y el amor se amalgaman hasta crear la justicia que Dios quiere.

Jesús vence al Mentiroso 

Jesús presenta al Padre como la verdad plena; y al diablo lo presenta como el padre de la mentira, dice: “Desde el principio, el diablo ha sido un asesino; jamás se ha basado en la verdad, porque la verdad no está en él. Cuando miente, habla como lo que es: mentiroso y padre de la mentira. En cambio a mí, que digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros puede demostrar que he cometido pecado? Y si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios escucha las palabras de Dios, pero vosotros no queréis escuchar porque no sois de Dios”. Jesús establece un lenguaje fuerte e interpelador, porque ve el fácil extravío que vive la gente; Él es la luz y perseguimos las tinieblas. Dios nos quiere en la verdad y en la condición de seres libres para amar como Él nos ama, como posibilidad única de poner felicidad a la existencia humana. Y a esta verdad de amor y libertad el Maligno exhibe la tentación sutil y mañosa para lograr desviarnos de ella. El padre de la mentira tiene la habilidad de hacernos apetecer lo que está por encima de nuestras posibilidades de criaturas: “seréis como dioses”. Solo Jesús vencerá al Mentiroso en favor de la humanidad.

Que el mundo crea 

Jesús ruega al Padre para que sus enviados lleven la oferta de salvación de Dios al mundo y crea: “Conságralos a ti por medio de la verdad: tu palabra es la verdad. Como me enviaste a mí al mundo, así yo los envío. Y por causa de ellos me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados por medio de la verdad” (Jn 17,17). Conocer la verdad es vocación cristiana y gracia del Espíritu Santo que nos abre a recibirla y conocerla poco a poco, porque la verdad plena solo la abrazaremos plenamente en Dios. La verdad va unida a una actitud de creer, vivir y amar, de confianza y esperanza, de fiabilidad, de Amén a Dios. Ella será luminosa si somos testimonio de una vida para el Evangelio.

La Encarnación, hogar universal

Es grande el misterio de la fe, es inmenso el regalo que Dios ha hecho a este mundo con su Encarnación, creando el hogar de la humanidad: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas donde vivir”. Cada corazón humano es hogar de Dios donde Él mora. La verdad de la Iglesia es el conjunto de corazones que acogen y aman como Jesús nos amó. El mundo conocerá qué es ser cristiano por nuestro amor y solidaridad universal. Es el mandamiento que Jesús nos ha dejado: “Así como yo os amo, debéis también amaros los unos a los otros. Si os amáis los unos a los otros, todo el mundo conocerá que sois mis discípulos” (Jn 13,34). El discipulado somos los que decimos creer en el Dios verdadero. Busquemos en verdad ser fieles a Jesús para que cuando nos mire a los ojos, pueda decir de cada uno de nosotros aquellas palabras que pronunció nada más ver aparecer a Natanael: “Ahí tienes a un israelita de verdad, en quien no hay engaño” (Jn 1,47). Ser hombres y mujeres de una pieza, sin doblez, sin engaño, vestidos de luz y viviendo al descubierto nuestra identidad de hijos de Dios, abiertos a la Verdad.

 

4 respuestas a “LA VERDAD

  1. Luis Alberto de Jesús y María. 6 julio, 2019 / 8:07 pm

    Hola Hna. Anna. Gracias por su publicación, nos ilumina y nos hace adentrarnos y meditar en el misterio, pienso. Hace unos años un Padre me decia que la verdadera verdad es la «bondad», es como si por todos lados buscasemos y llegaramos al mismo lugar, le comparto mi reflexión, su hermano en Cristo, Luis Alberto. Un saludo afectuoso, me encomiendo a sus oraciones.

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    • Anna Seguí ocd 6 julio, 2019 / 10:23 pm

      Gracias a ti, querido Luis Alberto, por tu decir lleno de bondad orante también. Un abrazo. Anna

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  2. Ana Julia mora 7 julio, 2019 / 6:53 am

    Gracias Hermana por la reflexión, algo tan interesante y olvidado en éstos tiempos «la verdad». Que Dios te siga bendiciendo con dones maravillosos.

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