SIGO DICIENDO SÍ A JESÚS

Cuando en este mundo todo invita y tira de nosotros a no creer, yo siento en mi interior la responsable fidelidad a seguir diciendo sí a Jesús. Él mora en mí, le sé presente en mi vida. Amigo y Amado, me ha conducido por el camino de la reconciliación y la paz, la alegría, más allá de las tristezas y angustias. La confianza, más allá de los extravíos y pérdidas. La segura esperanza más allá de soledades, oscuridades y tanto sufrimiento. La fortaleza más allá de los desalientos y tambaleante continuidad. La firmeza en la fe en Aquel que me vive y conforta por dentro. Y siempre el amor por encima de las hostilidades. “Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te quiero” Jn 21,17).

Sí a Jesús, a Dios en Jesús, como seguridad de una presencia y asistencia, como recurso único y último de una larga vida que ha tenido y tiene siempre a Jesús como apoyo seguro, en las ¡tantas veces! inseguro y apurado caminar. “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan” (Sal 22).

Ahora, cuando decae la tarde y en el comienzo de la fase postrera, “¿Adónde iré lejos de tu aliento?”; “Tú tienes palabras de vida eterna”. Y yo, quiero seguir recorriendo las últimas etapas apoyada ¡más que nunca! en Jesús. Tú, mi principio y mi seguridad, también en el inicio del tiempo postrero, segura de que: “El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 23).

Que la hermana muerte, cuando llegue, me sea alegre encuentro y descanso en Ti. “Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor” (Sal. 16). “En verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas” (Sal 22).

Cuando todo invita a no creer, yo sigo diciendo sí a Jesús, creer en ti, Cristo Jesús, sabiendo que “Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término” (Salmo 23).