Orar es una delicadeza del alma que afina nuestra humanidad. Ser humanos. Orar es alimentarse de vida de Dios: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4).
Jesús alimenta nuestro ser y acompaña nuestra jornada. Oro tu presencia en mí, para ser presencia mensajera de la esperanza.
Creer en ti, Señor, es creer en tus criaturas amadas. Cada ser humano es un don de Dios, llamado a vivir vida de Dios en el mundo. Ser humanos es ser sagrados. Nada hay más sagrado que nuestra realidad de hijos de Dios. Vivir y convivir delicadamente es sembrar semillas de esperanza y misericordia que fructifican como espigas de paz, amor y libertad.
Orar es amasarnos Dios, para ser vida de Dios, pan que se parte y reparte, Eucaristía de la comunidad humana. Nazca y crezca esta certeza e identidad eucarística dentro de nosotros. Somos Eucaristía, celebradores eucarísticos, pan de Dios para la vida del mundo.
«Oro tu presencia en mí». Me grabo esa lograda frase, Anna, que prolonga y resume esa parte del salmo 15 «tengo siempre presente al Señor». Amén. Gracias
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Jamás se aparta de nosotros, le vemos aparecer en cada rostro humano. Hoy le hallo en ti. Gracias a Dios por ti.
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Me acabas de «tocar», te lo agradezco mucho
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Tú has sido bendición para mí
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Nunca me habían dicho esto, muchas gracias. Sí te puedo decir a ti lo mismo…y se lo haces extensivo a Gema, por favor. Bendecidas por Dios.
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