SER PROFETA

 

profeta 2

Queridísima Mara: en nuestra última conversación, te expliqué esa evolución que siento crecer en mí. Me siento nacer en la dimensión de Nuevo Testamento, de seguidora de Jesús y su Evangelio, como nunca lo sentí vivir en otro momento. Y siempre te acabo explicando la realidad profética que bulle dentro mí como llamada y misión. Esto también es camino abierto y realidad interior en evolución. Y me dices que te explique cómo lo vivo, cómo lo siento realizar interiormente, cómo deviene la llamada y el lanzarme a definirme atrevidamente como profeta e hija de profetas y de la casta de Elías. Te escribo a corazón abierto para explicarte todo esto. Al fin, el Carmelo es tierra de profetas, otras hermanas veo con este carisma y lo hablamos también. La Iglesia es realidad profética y todos somos sacerdotes y profetas como identidad de pertenencia a Cristo que nos hace lo que Él es: sacerdote y profeta.

Esa realidad que llamo profética en la línea de Elías, la constato por el hecho temperamental del mismo profeta. Elías era un hombre de pasión y fuego, un temperamento brutal que Dios tomará de su parte para purificarlo hasta tornarse pasión por el Señor y no estridencia impulsiva. Elías se va a la cueva huyendo del rey Acab; el ejército lo persigue porque tiene orden de darle muerte. En su huida se refugia en el monte Horeb, allí, en la cueva, Elías ora, y en sus días orantes se siente víctima de su propia vehemencia impulsiva. Su temperamento estalla dentro de él en forma de terremoto; le sacude el huracán, le abrasa el fuego y Elías se siente abatido ante su horror temperamental y se halla impotente a causa de su pasión que le destroza. Y en su angustia, el profeta ora y espera, hasta que el Señor aparece; y lo hace en el susurro suave y ligero de una brisa amorosa que lo amansa y calma. Dios lo envuelve como en un manto de aire suave, le da su espíritu, frescor y hálito de libertad. Elías se levanta, queda embelesado por el hacer del Señor que lo revitaliza y lo rinde con su ternura amorosa que lo suaviza y le pone en novedad de vida: “me abraso en pasión por el Señor”. Elías ha comprendido que no es su obrar, sino lo que Dios le inspire, lo que le dará sentido para realizar su llamada y misión. Todo su temperamento ha pasado por la obra purificadora de su Dios y el profeta queda a su plena disposición.

Mara, puedo asegurarte que, talmente así lo siento en mí. Mujer de temperamento pasional y huracanado, fuego abrasador y a veces devorador. Pero Dios me ha tomado de su parte y, en el Carmelo, cual cueva orante que tengo en mi interior, he sentido el resonar estremecedor del terremoto, la fuerza incontenible del viento huracanado, el pavor del fuego ardiente, hasta la aparición del susurro suave y amable del paso del Señor que, aun siendo yo misma, ha cambiado para siempre mi ser y proceder. Amablemente el Señor me ha colocado en la línea de Elías y ardo en pasión de amor por el Señor, ansias de Dios. Y esto se está haciendo permanentemente. Es lo temperamental que ha sido tocado, purificado y puesta la pasión al servicio de la voluntad de Dios. Como Elías, quedo a la entera disposición de Dios.

Es así que puedo afirmar que poseo el espíritu de Elías, está en mí y me constituye, hasta ser Elías y devenir profeta. La obra purificadora, sanadora y libertadora, noche oscura, que Dios realizó y obra todavía en mí, me conmueve hasta estremecerme las entrañas, causándome asombro y admiración. Vía purgativa vivida con sufrimiento y dolor, esperanza y amor. La confianza al fin, calma el ansia en su prisa por salir. Y mientras la fe llora su noche oscura, a la voluntad le queda el recurso de orar y la razón se rinde ante el obrar de Dios. Años extraños y oscuros, ¿cómo lo pude pasar y sufrir? “Entréme donde no supe y quedéme no sabiendo”. Se nace para ser profeta, pero no se es profeta al nacer. Dios toma la persona de su parte, la moldea en el ser y crecer, la va disponiendo y realizando poco a poco.

Pasar por la lucha transformadora del ser, mutación del gusano en mariposa; de criatura que asume la prueba purificadora: noche oscura; hasta los levantes de la aurora: resurrección. Fruto todo de la gracia, no es del común de los mortales, lo afirmo, no, no lo es. Esta realidad forma parte de la línea y obra profética, es gracia y misterio. Decididamente Dios cuida lo profético en cada tiempo, lo destaca en algunas personas. Soy de las tales, es gracia y sufrimiento, pero gracia al fin.

Créeme, Mara, devenir profeta es elección de Dios en la característica humana y recae sobre lo particularmente personal y temperamental. Cuando Dios quiere suscitar un profeta, lo elije y encarna. Dios se vale de toda la personalidad de la persona elegida, sus luces y sus sombras, su gracia y pecado, sus capacidades y sus taras, lucidez e incapacidad. Dios busca la disponibilidad y el sí incondicional del elegido, hacia un plan que ya nunca será el suyo, sino solo el de Dios. Ser profeta es vivir solo para Dios y proyectado a los hijos de Dios, hacia la humanidad entera, no particularidad de ninguna religión. El profeta es para la humanidad, porque Dios es Padre de todos.

La persona queda marcada, ya no tiene vuelta atrás. Lo irá descubriendo gradualmente. Primero quedará todo envuelto en la noche oscura. Una realidad horrenda al natural trabajará y purificará el ser de todo lo que no es Dios. Todo es sufrimiento, dolor y pérdida, no se sabe nada más que penar en la pavorosa situación en que se halla metida. Solo hay instinto para la huida; abatida la voluntad, aún le queda un débil suspiro para orar. El agotamiento aplasta el ser, se vive como se puede, solo se sufre y muere. Se pierde la identidad y hasta casi la humanidad. Se gime, se llora, se blasfema, se desespera y, en el hundimiento, late la esperanza contra toda esperanza. Dios está ahí, a oscuras, sí, pero ahí.

Un leve toque iluminador, aunque insignificante y fugaz, aviva la confianza. Revive el ser y hasta se alegra. Dura poco, lo suficiente para gozarse y creer, para seguir adelante. Y vuelve a oscurecer. Es noche otra vez. Y se repite lo de siempre: deshacerse y perder. Pero el alma trae memoria de una leve luz interior que le fue certeza y le hizo creer. Nace el comprender, no de la razón, sino del Amor. Es noche, pero ya queda un punto luminoso de algo real que fue anuncio de un no sé qué que le quedó balbuciendo, signo de lo que, con el tiempo, será palabra clara. Seguirá la noche en la pobre alma, todavía por años. Pasarlo, pasarlo, pasarlo, hasta morir para renacer. Se rompen las cadenas y comienzan los levantes de la aurora, comenzar a ser en el amanecer. Dios prosigue la obra, la criatura, joven en forma y figura, se abre y se dispone. Todo se realizará en este ser nuevo, purificado, sí, pero criatura de barro al fin. En tamaña enana figura, la obra de Dios se dejará ver. La obra purificadora no cesará, aunque ya será en dichosa ventura, estando el alma sosegada. Se perfila y adivina la robustez del ser tocado y marcado por Dios.

Soy Elías y soy Nura, yo ya existía y me configuraba en Él. Elías era, y yo era en él. Soy, es y somos. Elías jamás se fue, yo nuca fui sin él.  Hoy vuelve a aparecer, soy yo, es Elías, somos Elías. Y hoy, como ayer, hablamos para una gente que ni oye ni escucha, algo así como hablar y plantar en el desierto hostil y reseco, lugar de silencio, desolación y muerte. Pero la voz profética resuena y queda, silba como el viento el eco que irá penetrando y preparando un pueblo de corazón bien dispuesto que todavía ha de nacer. Vivo en este tiempo y no le pertenezco, entreveo lo que ha de ser y quiero estar ya en él, es la penosa y larga espera del profeta que otea y vislumbra, pero todo queda más allá de este ahora.

Por eso, el profeta siempre sufre, porque se vive incomprendido y no se cree en él. Él es de su época, pero vive más allá de ella. Busca ser lo que barrunta y vislumbra. Vive aquí y ahora, pero está en otro momento, reflejando de alguna manera otra forma de ser y hacer, amar y creer. Como leve asomo, refleja momentos fugaces de resplandor, albor de lo que está por suceder. Solo lo voy entendiendo ahora, y sé que lo más está por ser comprendido y suceder.

Y ocurre que, para que la palabra humana devenga Palabra de Dios, es menester permanecer como sarmiento en la vid. Dejar a Dios ser Dios, para que obre como Dios en su criatura. El profeta reza un “¡hágase!” permanentemente. Y el que vivió en la noche oscura, alumbra ahora los levantes de la aurora en la oscuridad de la historia del mundo y esta humanidad. Este tiempo es noche oscura y las obras que se realizan son tempestad. Pero vendrá un tiempo nuevo, una gente de corazón de carne, que buscará el amor y la paz. Ningún ser humano será agresor del hermano, ninguna nación será amenaza para otra nación, ninguna diferencia será combatida con agresión. Y la Iglesia, más que en los templos, la comunidad de creyentes, a la intemperie del mundo, serán camino abierto, verdad y vida para los demás. Algo nuevo está naciendo, ¿no lo ves?, los levantes de la aurora son la señal.

Y reza, querida Mara, por esta mujer que se sabe profeta, que vivo en este tiempo y me sitúo más allá de él, el que comprendo que nace y está llamado a ser. Y reza sí, porque el equilibro humano-psíquico está en permanecer aquí y ahora, en este momento y en esta historia también de amor y perdón. Todo esto va dicho desde el corazón orante. Dios me lo hace entender así y lo creo, lo pienso, lo siento integrado en mí y lo manifiesto abiertamente.
Cuenta con mi oración, cuento yo con la tuya. Con amor y comunión.  Nura
                                                     (Anna Seguí ocd)

6 respuestas a “SER PROFETA

  1. marivjo 22 noviembre, 2019 / 9:40 am

    Elías, Nura, Anna, cueva y Carmelo, «propheta Altissimi vocaberis», sobre todo deseo apasionado de aprisionar y poseer, ser aprisionada y poseída por la Presencia de fuego del Eterno Señor de todas las cosas. Creo que exacta la descripción de profeta. Tu preciosa y desbordante confesión de hoy será la guía de mi meditación vespertina. Gracias, Anna, una vez más por dejarnos sumergir en otra atmósfera, donde se percibe una música (hoy es fiesta de los músicos) dintinta al mundanal ruido.

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    • Anna Seguí ocd 22 noviembre, 2019 / 10:44 pm

      Y sea la música el despertar a esa realidad profética que cada uno llevamos dentro. Siempre en comunión de oraciones.

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  2. Carmelo Teresa 22 noviembre, 2019 / 12:52 pm

    Anna una que té aquesta missió que a vegades és terrible, soc jo, la m. pilar que havia estat amb tu al Mas Blanc

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    • Anna Seguí ocd 22 noviembre, 2019 / 10:41 pm

      Hem de despertar la nostra adormida realitat profética que tos portem dintre. Tot una responsabilitat. En comunió.

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  3. Margarita del Carmen Cruz Olivera viuda de Santillán 23 noviembre, 2019 / 12:16 am

    ¡ALEGRÍA Y GLORIA A DIOS! MUY PRECIOSO ARTÍCULO; GOZÓ EL ESPÍRITU DE MI ALMA EN SU LECTURA; ES UN POCO MI SITUACIÓN PERSONAL COMENTADA A MIS SUPERIORES; ESPERO: DIOS DIRÁ! Mi respeto y Caridad_abuelita Mela Cruz-carmelita seglar/Argentina.

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    • Anna Seguí ocd 23 noviembre, 2019 / 6:52 am

      Muchas gracias. Que Dios ilumine su camino y las certezas interiores vayan envueltas de la misericordia del buen Padre

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