BELLEZA DEL ALMA ENAMORADA

Orar, en ocasiones es permanecer conformada ante una inmensa nada y una abrumadora soledad. Y perseverar orante en estas condiciones, sin ver, sin saber, sin entender, es engrandecer la confianza y abrir un amplio cauce a la esperanza. El Amor nos envuelve aun sin sentirlo sensiblemente. Permanecer orando y confiando, es ya amar y ofrecer un servicio amoroso a la humanidad. Al fin, la fe me dice que soy y estoy vivida. Sí, me sostiene vivir vivida. Y soy en el que me vive.

Orar, nos ayuda a flexibilizar una actitud pronta para el perdón y la reconciliación. Saber perdonar y pedir perdón a quienes he ofendido, es crecer en salud. El amor y el perdón dicen la belleza del alma enamorada de Dios y los hermanos, que no hay amor a Dios si no pasa por los hermanos. La reconciliación lleva a la comunión con todos. Tú nos hermoseas, nos pones rostro amoroso. Y en la oración, todo va de amor.

Los desafíos, cuando provienen de convicciones interiores, son gestos proféticos. Nadie los puede controlar. El profeta no se desdice de la convicción recibida, la verbaliza y la realiza. El cambio viene poco a poco, es un fuego que se propaga. Lo nuevo surge del rescoldo de las cenizas. La muerte ha sido vencida. Todo es vida nueva. “El que es de Cristo es una nueva criatura. Lo viejo ha pasado, lo nuevo ha comenzado” (2Co 5,17). Soy Tú, porque Tú te haces en mí, haciéndome en Ti.

Orar, permanecer en Ti. Orar, dejarnos hacer por Ti. Orar, sentirnos transformar como belleza de alma enamorada. Tú realizas en nosotros el hacer de Dios, nos haces belleza de Dios, gozo del Espíritu Santo, shalom de tu resurrección, justicia del Reino, bienaventurados y felices en la misericordia. Somos belleza de alma enamorada.