SEMANA SANTA – 2024

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Queridísima Mara. Ya entramos de lleno en los días más Santos de nuestra fe. Dices que esperas mi mensaje,  y no tengo más mensaje que este Jesús, en el que creemos y seguimos. Nuestra realidad de fe, nuestro seguimiento, no tiene más objetivo que vivir una vida para el Evangelio, como signo de una vida liberada y libertadora en Cristo Jesús.

Me ha venido a la mente el decir del gran teólogo Hans Küng, que definía con agudeza y en breves palabras, lo distintivo de ser cristiano, decía así: “¿Qué hace cristiano al cristiano? Sencillamente, que procura vivir su humanidad, socialidad y religiosidad a partir de Cristo. Procura: nada más y nada menos/ lo distintivo cristiano es Cristo mismo”

Y otro gran teólogo, Karl Rahner, que afirmó con radicalidad: “el cristiano del futuro o será un místico o no será cristiano”, e insistía: “sin la experiencia religiosa interior de Dios, ningún hombre puede permanecer siendo cristiano a la larga bajo la presión del actual ambiente secularizado”. Esto es lo que nos hace cristianos, el seguimiento y la imitación, el encuentro y la relación personal con Cristo Jesús. Él mismo es quien obra la verdad cristiana en nosotros, transformándonos en el amor, viviendo cómo vivió Él mismo, que “pasó haciendo el bien”. Y no traigamos otro intento que este, amar y servir, como Jesús. Y tener plena conciencia de nuestra identidad eucarística, que nos lleva a partirnos y repartirnos como lo hizo también Él.

Estos días, contemplamos el gran drama de sus últimos momentos. Traicionado por uno de los suyos, abandonado por todos los demás, y negado tres veces por Pedro. Solo un puñado de mujeres permanecerán fieles y firmes al pie de la cruz, observando todo y acompañándolo en sus momentos más trágicos, hasta la muerte. Ellas, geniales y entrañables amigas, no le dejarán solo. Ellas, enamoradas de este hombre que las amó y las quiso a su lado, ellas serán las primeras anunciadoras del gran acontecimiento pascual, ellas, las primeras en encontrarse con el Resucitado.

Y ellas, pronto, muy pronto, serán relegadas a la nada. Tras la muerte de Jesús y los últimos apóstoles, ya se hace patente la exclusión y el enmudecimiento: “Las mujeres callen en las asambleas”. Y hasta nuestros días permanecemos excluidas. Sin embargo, lo que es callar, callar, las mujeres ya no callaremos en la Iglesia. Esta injusticia tiene que ser barrida, porque esto no es de Jesús ni del Evangelio, ni tan siquiera de Pablo. Son palabras posteriores a Pablo, y posteriores de los que convivieron con Jesús. Que esto no cambie desde el sistema eclesial, no favorece en absoluto a la Iglesia, porque la exclusión es un pecado contra la justicia del Reino de Dios. Lo dejo ahí. De esto ya hablaremos en otra ocasión. Dios mismo se avergüenza de esa realidad de exclusión, por eso nos ha activado a nosotras, para denunciar esa injusticia ante los mismos jerarcas.

Estos días, lo que realmente quiero, es estar -como aquellas mujeres-, acompañando a Jesús. Y quiero que, orar, sea satisfacer la sed de Dios que llevo dentro, como dice el salmo 62 y en catalán: “Tot jo tinc sed de tu, per tu es desviu el meu cor com terra aixuta assedegada, sense aigua”. Este gemido del salmista que expresa su sed de Dios, es también el gemido y sed de Dios por su criatura amada, que somos cada uno de nosotros. Jesús y yo deseamos abrevar la sed mutua del uno por el otro. Jesús dice a la samaritana: “dame de beber”, y añade: “si conocieras el don de Dios, y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías, y él te daría agua viva” (Jn 4, 10). Ser orante es una cuestión de amante, sedientos el uno por el otro. Y nos daremos de beber y comer. Segura estoy de que, Dios y el ser humano quieren beberse mutuamente; y Jesús lo llevará todavía más al extremo, en comernos y bebernos, cuando Él mismo se nos da como Eucaristía, su carne y su sangre, y nos hace pan de Dios.

La oración nos lleva a satisfacer nuestra necesidad de Dios, no por sensibilidad, sentimientos o fenómenos místicos, sino en fe oscura y segura, en esperanza como realidad orientativa en el camino a recorrer, y con serena confianza en quien sabemos nos ama. A decir de Juan de la Cruz, la oración crea historia de enamoramiento transformador: “Amada en el Amado transformada”. En términos de sed y comunión, recita el santo: “Qué bien sé yo al fonte que mana y corre, aunque es de noche. / “Aquesta eterna fonte está escondida en este vivo pan por darnos vida, aunque es de noche. /Aquí se está llamando a las criaturas, y de esta agua se hartan, aunque a oscuras porque es de noche. / Aquesta viva fuente que deseo, en este vivo pan de vida yo la veo, aunque es de noche”.

Así, estos días, orar está siendo abrevar mi sed de Dios en sí mismo. Estar entera para Él, a solas con Él solo. ¿Qué más quiero decirte? Pues también añado que estoy profundizado mucho en la figura de Judas. Me estremece su realidad y me da mucha pena. Me consuela pensar y tener la seguridad de que, Jesús, en la cruz, al dirigirse al Padre dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, también para Judas queda dicho. En la cruz, todos quedamos crucificados con Él, todo el pecado queda perdonado en la cruz. Y, en la Resurrección, todo brilla glorificado, el Resucitado y los resucitados. Humanidad y creación resurgen en novedad de vida, la de Cristo Jesús, el Resucitado.

La figura de Judas, con frecuencia, la miramos todos con repugnancia. Y, sin embargo, todos llevamos dentro un Judas que, como él, podemos traicionar a Jesús. Muchos Judas hay en nuestro mundo, cuando la guerra está siendo una realidad criminal. Traicionamos a Dios en los hermanos-as, en cada ser humanos que mandamos a empuñar un fusil, para matar “oficialmente” a los demás en la guerra; y cuando deseamos armarnos para agredir y matar. Judas es una figura que nos descubre nuestras traiciones. Si él nos repugna, es porque sentimos esa repugnancia hacia nosotros mismos, porque, en el fondo, sabemos que estamos prontos para traicionar a los demás. Esto lo quiero profundizarlo a fondo.

Bueno, por ahí van mis reflexiones estos días. También el gran acontecimiento del lavatorio de los pies. ¿Cómo dándonos Jesús este ejemplo, de situarse a los pies de la humanidad y lavárselos, somos capaces de vivir erguidos por encima de los demás? Los seguidores de Jesús, hemos de tener claro lo que nos dice de sí mismo: “Yo he venido a servir y no a ser servido”. Nuestra vocación es amar y servir, perdonar y fraternizar las relaciones.

La Biblia está siendo la lectura cotidiana en toda esta Semana Santa, lo es a lo largo de mi vida; la Palabra debe ser luz y guía de la vida a vivir. Quizá esperabas que te dijera otras cosas, que diera otro enfoque comunicativo, pero ahí te dejo esto, que es lo que llevo conmigo ahora mismo. Me quedo en amor y comunión contigo, sabes que te quiero y te disfruto en mi vida.
Tuya siempre.    Nura

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